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barreto dest1 ¿Qué pasa cuando surgen prácticas sociales que infringen la ley pero son legitimadas por el fin? ¿Se justifican los medios a la espera a la Justicia? ¿Y mientras tanto? Los interrogantes que dispara el uso de la marihuana para fines medicinales abrió en la región y desparrama por el territorio nacional, la discusión sobre la legalización del cannabis para estudios científicos. En la localidad de La Madrid se impulsó un proyecto que será tratado en Diputados para avanzar al respecto, pero mientras tanto, familias obtienen de forma ilegal el aceite de cannabis para disminuir las convulsiones epilépticas de sus hijos e hijas.

"Hay estudios científicos que avalan los usos para tratar la epilepsia, pero no en Argentina porque no es legal poseer un planta de marihuana ni su semilla está en el Banco Nacional, y es eso lo que se busca: el marco legal para poder hacerlos", explicó el doctor Gastón Barreto, docente e investigador en química de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN. "Comencé a interesarme en términos personales y cuando me llamó alguien que no conocía para decirme que quería hacer un extracto de aceite de cannabis para darle a su mamá con tratamiento oncológico, empecé a buscar más data científica", contó Barreto.

En febrero, el docente de la FIO asistió a un seminario en Mar Azul organizado por la organización Cannabis Medicinal Argentina (Cameda) y referentes de la causa, autoridades nacionales, provinciales, vecinos. "Cuando fui me encontré con algo que me cambió el paradigma, que es el eje de la discusión", señaló sobre el evento en el que disertaron médicos (el Dr. Marcelo Morante especializado en la temática), el intendente de La Madrid Martín Randazzo, un abogado y familiares y pacientes, entre otros.

cannabisPor otro lado, "la gente que ha defendido el consumo y practica el autocultivo estaban llevando adelante la misma discusión con la misma seriedad, no por el lado de la droga recreativa", remarcó Barreto. Quienes hace años cultivan plantas de cannabis complementan una de las aristas del complejo entramado "son los que tienen los medios y los datos de cultivo. Los médicos dialogan directamente porque ellos obtienen extractos que las madres les piden. Hacen todo con materiales caseros, extraen la resina, evaporan el solvente, pero hay un peligro porque no es eficiente, no es controlada, y es prueba y error constantemente", detalló el químico.

Entre la legalidad y la legitimidad

Tras la experiencia en Mar Azul, Gastón Barreto estableció contacto con los organizadores y les expuso que hay dos bases que están ausentes. "Desde mi punto de vista, estaban llevando muy bien las líneas de discusión pero no abordaban la cuestión ingenieril, esto es, cómo optimizarán la extracción de la resina de la planta, el proceso, y por otro lado, el aspecto químico, la composición de lo que van a obtener", contó el docente de la FIO. Luego, fue invitado a participar como orador en el primer seminario de Cannabis Medicinal de La Madrid que se hizo a principios de abril.

En su ponencia, y desde su experiencia profesional, Barreto habló sobre la potencialidad de instituciones como la Facutad de Ingeniería para colaborar en el proyecto, "esa pata ingenieril y química, porque se necesita laburar de forma interdisciplinaria para que sea algo completo", indicó. La imposibilidad de realizar algún estudio en la actualidad es una cuestión estrictamente legal por las restricciones de la tenencia y consumo que rigen en el territorio argentino. "Esta comunidad busca que se apruebe la ley porque pretenden hacer el primer estudio clínico y tener el primer cultivo. Tienen todos los recursos, les falta el marco legal para que los habiliten a sembrar", explicó. "Actualmente todo lo que se hace con el cannabis es ilegal entonces en toda discusión hay una ambigüedad total, pero no estamos inventando nada", dijo en referencia a los antecedentes internacionales, y sostuvo que el aceite "Charlotte" es el único que está aprobado por la ANMAT para entrar al país, por su composición con bajo THC.

Mi mamá me ama, mi mamá cultiva

María Laura Alasi es mamá de Josefina Vilumbrales, una niña de tres años con encefalopatía epiléptica (también llamado Síndrome de West), que sufría hasta 700 convulsiones por día. En la búsqueda de disminuir los ataques que ni los anticonvulsivos ni la dieta cetogénica combatían, a Alasi le hablaron del CBD (cannabidiol), un cannabinoide que se presenta en la planta de marihuana pero que a diferencia del THC (tetrahidrocannabinol), no presenta efecto psicoactivo, provoca un efecto sedativo en la mayoría de los casos e inhibe la transmisión de señales nerviosas asociadas al dolor. Ilegalmente, cultivó y extrajo aceite a prueba de ensayo y error. Josefina disminuyó las convulsiones, pero cuando se acabó la sustancia, debieron luchar y ganar esa batalla para importar el Charlotte.

Hay incontables María Laura en Argentina, y en toda Latinoamérica. Ya hay iniciativas en Puerto Rico, Uruguay, Colombia y en Chile autorizaron el segundo cultivo con fines médicos y de investigación. Allí nació la ONG Mamá Cultiva, que ahora tiene organización y referentes en el país. "La ONG tiene un discurso muy real y convincente que es nosotros apoyamos, nos parece fantástica la causa de llevar la legalización, aplaudimos a los políticos, a los médicos, pero no los vamos a esperar, porque necesitábamos el extracto ayer", explicó Gastón Barreto. "Las mamás se plantan y anuncian, sepan que estamos auticultivando, que estamos extrayendo y se los estamos dando a nuestros hijos. Y la realidad es que los niños no tienen más convulsiones", agregó.

"Desde el ámbito profesional lo único que se puede hacer es acompañar. Si sabemos que si les damos vuelta la cara igual lo van a hacer, está la opción de abrirles la puerta y acompañar a las familias de la manera que se pueda. Los médicos están en esa línea, se hacen cargo la demanda social y pujan por la lucha", sostuvo el especialista.

Si bien las familias de personas con epilepsia, esclerósis múltiple, esquizofrenia y tratamientos oncológicos  hace tiempo que comenzaron a hacer uso medicinal del cannabis, la ciencia y la tecnología deben aguardar el marco legal, participando de la discusión, como forma de ponerse al servicio de la comunidad hasta que la legislación lo permita.

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