leegstra bole“Puede parecer curioso”, reflexiona Roberto Leegstra, “pero este proyecto de extensión surgió por demanda de los estudiantes de la Facultad, más que por pedido del Centro de Formación”.
La mirada se refiere al emprendimiento denominado “Complementando saberes y destrezas. Ingeniería en la comunidad”, que articula experiencias comunes entre la FIO y el Centro de Formación Profesional 401 de Olavarría.
Roberto evoca con una sonrisa el hecho de que algunos chicos preguntaban “cuándo vamos a tornear algo”. En función de que la respuesta era negativa, porque no eran los alcances de la asignatura, que pasa por conocer la tecnología, pero no se trata de hacer la práctica. “Nosotros no tenemos la infraestructura para hacerla”, afirma el Ingeniero Leegstra, docente en varias asignaturas del Departamento de Ingeniería Electromecánica. “Pero hace años se acercó la Regente del Centro, la Profesora Alicia Dirgam, para pedir algunas charlas de capacitación técnica a sus alumnos. De allí empezó a germinar la idea de combinar las fortalezas de las dos instituciones, porque los profesores del Centro tienen una formación muy fuerte en todo lo que es práctica, y al mismo tiempo deseaban enriquecerse desde lo teórico. Y nosotros necesitamos practicar, llevar a los chicos a los talleres”.

A pedido del público

Las primeras acciones concretas se llevaron a cabo en 2014, como actividades de Extensión. El proyecto es de convocatoria voluntaria, especialmente apuntado a alumnos de Ingeniería Electromecánica. La inscripción es voluntaria, y todos los años ha contado con el interés de los estudiantes que se acercan a tratar de aumentar sus competencias.
“Con el primer grupo de estudiantes pasó algo muy curioso”, relata el docente. “Entran al taller del Centro, y empiezan a Leegstra1preguntar por una máquina que estaba tirada en un rincón. ‘Siempre estuvo ahí. No anda’, fue la respuesta del docente. Lo demás vino solo: los estudiantes de Ingeniería pidieron permiso para revisarla, la trajeron a la Facultad, y empezaron a meterle mano. Llevó tiempo, incluso nos sorprendió el receso de verano, pero finalmente salieron cosas impresionantes. Aprovechando que una máquina de soldar rectificada es un rectificador de potencia, los chicos que habían trabajado en eso prepararon una presentación para sus compañeros y aportaron al tema que vemos en la materia. Le dimos una vuelta de tuerca al tema y lo volvimos académico”.

Animarse a entrar

“En lo personal también hay un aporte trascendente “, afirma el Ingeniero Leegstra. “Yo por el Centro de Formación pasaba por afuera, pero a raíz de esta actividad no solo pude conocerlo, sino que conocí a los directivos y los docentes, gente macanuda. Y surgen cosas, si tenés ganas van saliendo nuevas ideas. Ahí me encontré con un alumno de mi carrera, que estaba haciendo un curso de Mecánica. Charlando, accedí a su profesor, y de ahí surgió la posibilidad de agregar, al programa original, trabajos en talleres de Motores e Inyección Electrónica. Es fantástico, porque acá en la Facultad vemos los ciclos teóricos, pero no vemos un motor desarmado, y allá en el Centro sí”.
El Proyecto, además de cumplir sus objetivos originales, es un constante disparador de situaciones curiosas. Leegstra se entusiasma cuando relata que “acá tenemos un Citroen viejo, que tiene un sistema de inyección; lo pusimos en el galpón, vinieron los profes y los chicos de allá, y empezamos a experimentar. Hacemos pruebas, buscamos fallas, ponemos un osciloscopio, nos vamos complementando y salen experiencias buenísimas”.
El trabajo no tiene solo a Roberto Leegstra como protagonista. Arrancó con los Ingenieros Raúl Rikal (hoy jubilado), Guillermo Santillán, Fernando Benger. Todo eso volvió la iniciativa muy interdisciplinaria, sumando estudiantes de extracciones bien diversas.

Puliendo las afinidades

“Finalmente, tenés que tener en cuenta la parte social”, dice Leegstra. “Acá se da un intercambio entre los estudiantes, muy rico. No solo entre estudiantes de diferentes materias de la Facultad, sino entre ellos y los pares del Centro de Formación. Y de ahí se despiertan inquietudes. Todos los estudiantes sueñan con ser un experto, pero para eso hay que recorrer un camino, y estas aperturas te permiten abrir puertas para recorrerlo. Es más, hasta las deserciones, que las hay, son útiles. Porque muchos chicos van a los talleres y se dan cuenta que no les gusta pincharse con una viruta, y está muy bien. Ya tienen una ganancia, que de otro modo hubiesen debido hacer en una instancia laboral, que es mucho peor. Ayuda a definir la vocación”.

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