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  “En el campo de los recursos humanos me parece que tenemos por delante una década de trabajo interesantísimo”, sostiene Sergio Corso.

  • 20 de septiembre de 2016
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El Ingeniero Sergio Corso se define como un afortunado a la hora de ser docente. Por un lado, porque también se desempeña como empresario y eso le da una perspectiva enriquecida. Por otro, porque al formar parte de equipos docentes de materias de segundo, cuarto y quinto año de Ingeniería Industrial, abarca casi todo el arco de estudiantes de esa carrera. Y cree que se viene una etapa en la que habrá que trabajar muy duro.

“En el campo de los recursos humanos me parece que tenemos por delante una década de trabajo interesantísimo”, sostiene Sergio Corso. “Alguien va a tener que emparchar lo que no se ha hecho desde la educación. Está bien que se discuta el tema porque esos debates pueden resultar movilizadores. Pero acá estamos discutiendo cosas elementales y no agregamos valor. Porque lo que marco es un déficit educacional: y en ese sentido, la ortografía no se discute. La matemática no se discute. Y después de eso, viene la formación profesional, ahí está la segunda parte del desafío”.

Sergio reparte sus energías entre las empresas que ha formado y conduce exitosamente, y la docencia universitaria. Eso le permite ocupar un doble rol: formador y potencial empleador. “Particularmente, cuando hablamos del profesional universitario, creo que hay que bajarlo a la realidad: hay que convertir los rombos y los círculos de los diagramas de trabajo a elementos reales: máquinas, personas. Esto alcanza a todas las especialidades, a un Ingeniero Civil le puede ocurrir que se pasó toda la vida calculando pero si nunca bajó a una obra sus resultados suelen ser pobres”.

El mundo real

Sergio Corso se desempeña como docente con dedicación simple en cada materia. Sin embargo, a la hora de escuchar opiniones, se convierte en un referente ineludible por su vínculo con la sociedad productiva. “Mi experiencia está centrada en la Ingeniería Industrial, y te aseguro que tenemos un trabajo interesantísimo por hacer. No tengo la respuesta, pero estoy convencido que un eje de trabajo pasa por bajar al campo. Esto lo hemos discutido varias veces en sentido constructivo con la gente de la Facultad. Pero ocurre que el alumno no tiene contacto con la realidad física. En esto hay dos corrientes: por un lado hay quienes sostienen que el estudiante debe tomar contacto con el campo laboral bien temprano, antes de graduarse, como para desalentar la deserción por una parte, y fomentar además esa conexión con el mundo real. Y hay otra corriente que dice que muy temprano no es conveniente porque acelera ritmos de maduración en forma inconveniente. Más allá de cuál sea la mejor, al menos las dos corrientes aceptan que hay que poner al estudiante en contacto con la realidad. Antes o después, pero es necesario hacerlo”.

No alcanza

Ante este panorama, es inexorable plantarse en el cuestionamiento acerca de si la formación académica puede resultar insuficiente. Corso no ve necesario hacer una aclaración previa. “Yo no conozco la realidad de otros egresados, puedo tener una modesta mirada de algunos graduados de Tandil, pero no de otras plazas. En todo caso, me parece que los egresados de la FIO están a la altura, no veo que estén por debajo. No obstante, me queda claro que lo que está saliendo hoy de la Universidad al mercado no es suficiente. No sé si en cantidad o en calidad, pero no responde a las demandas del mercado. En mi caso, tengo la posibilidad de tener alumnos de segundo año, de cuarto y de quinto. Entonces lo testeo, y en quinto año, al dar Evaluación de Proyectos, puedo provocar una integración de conocimientos. Y lo hago, lo provoco para que los alumnos disparen, siguiendo una línea de trabajo, pero con libertad para disparar. No quiero que se queden esperando que yo les dé las páginas del libro de las que tienen que estudiar”. No me interesa el modelo de docencia sólo expositiva de contenidos clásicos.

Empezar por casa

Para Corso, no se puede perder tiempo. “En mi caso, hago lo que puedo como docente. Esa es mi concepción del emprendedorismo y pretendo que los chicos saquen frutos de eso, pero no me gustaría ser un caso individual, me parece que tenemos que pensarlo en conjunto. Trato de confrontarlos con la realidad y les planteo casos verdaderos: hay un empresario que está ante esta situación, le pasa esto y lo otro, a ver qué le podemos recomendar que haga. Y, lamentablemente, muchas veces ante este tipo de planteos la respuesta no surge con fluidez. Por eso te digo que tengo la oportunidad de ver qué le sucede a los estudiantes cuando llegan al final de la carrera. Lo malo es que si esto les pasa en quinto año, significa que están a tres meses de estar en la calle”.

Aunque joven, el Ingeniero Corso se ubica a sí mismo del lado de los que pasaron algunas barreras. Y recuerda su salida de los claustros estudiantiles: “Por supuesto que esa sensación de brecha al termina la carrera siempre existió. Pero ahora se ha agudizado, si ahora me paro en otro lugar y te lo relato como empresario, te puedo contar que con frecuencia la formación dista mucho de lo que les pedimos como respuesta profesional. Y a mí me da mucha lástima ver a algunos de mis alumnos sentados en un escritorio inclusive desarrollando tareas que no tienen relación con su profesión, porque uno no los forma para eso. Tratamos de crear un gigantesco árbol de conocimientos y saberes, pero si a ese árbol le podaste todo y le dejaste una modesta ramita, va a poder desempeñarse pero estás dilapidando todo el esfuerzo formativo previo. También juegan los niveles de iniciativa personal, claro, pero me parece que hay que contribuir desde la educación universitaria a desarrollar esas competencias actitudinales”.

A no dormirse

Corso remite a un ejemplo para clarificar su posición. “Hace unos meses desembarcó el INTI en Olavarría, con una oferta de servicios profesionales que, hasta donde me consta, fue muy bien recibida por el empresariado local. Pero esos conocimientos tranquilamente podían transmitirse con profesionales egresados de Olavarría. ¿Qué pasó? Ahí tenemos un caso de algo que nuestra gente pudo generar, pero nos dormimos. A eso me refiero cuando digo que hay una brecha entre el graduado y la realidad. Por eso sostengo que hay que trabajar mucho para instalar en los estudiantes la gimnasia de identificar la demanda y reaccionar con la respuesta adecuada.

Consultado acerca de la factibilidad de llevar adelante esos procesos de mejora, Sergio entiende que “hay experiencias positivas, y de hecho veo que en la revisión de los Planes de Estudio aparecen tendencias muy alentadoras. Pero vamos a tener que trabajar mucho. Tenemos por delante un decenio de tarea docente muy ardua”, concluye. 

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