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Un estudiante de la FIO en Silicon Valley.

 

mataini dest

 

• 2 de mayo de 2018

Un emprendimiento incipiente o consagrado, que resuelve problemas de una región o del planeta, que permite sobrevivir o hacerse millonario. El postulado que atraviesa cada caso es… que se puede. Ese es el impulso anímico, sencillo pero motivador, que el estudiante de la Facultad de Ingeniería de Olavarría, Agustín Mattaini, se trajo como experiencia desde el mítico Silicon Valley, la meca del desarrollo tecnológico mundial.


Agustín es estudiante de Ingeniería Electromecánica y junto a Emilio Sequi, veterinario, y Fernando Rivaldo, técnico en electrónica, tienen en marcha un proyecto denominado Oking, que es la abreviación de overtaking (adelantamiento). La idea es que cualquier vehículo pueda contar con un sensor que haga más seguro un adelantamiento en la ruta. En el inicio, el proyecto contó con la asistencia del Centro de Desarrollo Emprendedor e Innovación de la Facultad.


Esa iniciativa fue presentada el año pasado en el concurso de ideas innovadoras Prendete, en Tandil, y obtuvieron el sexto lugar entre más de cien proyectos presentados. El premio fue un viaje a San Francisco, Estados Unidos, para conocer el ecosistema emprendedor norteamericano y adquirir experiencia para trasladarla a sus propios proyectos.
Del grupo Oking viajó solo Agustín, junto a miembros de los otros equipos ganadores, autoridades de las facultades de Ciencias Exactas y Ciencias Económicas de la UNICEN, así como funcionarios del municipio de Tandil.

 


La comitiva argentina recorrió distintas empresas que empezaron apenas con una idea, empresas aceleradoras de negocios (una de ellas dentro de la NASA), se contactó con inversionistas, visitó universidades, escuchó a muchos argentinos que intentan consolidar su negocio allí, y visitaron algunos sitios del Silicon Valley, entre ellos al gigante Facebook.


En las primeras sensaciones todos coinciden en que las capacidades, e incluso en tecnología, existen muchas equivalencias. La diferencia la advierten en el entorno estadounidense para impulsar un negocio, en la velocidad para llevar adelante una idea, en la libertad para que una empresa pueda crecer.


RápidaMente

Agustín Mattaini participó de muchas charlas, presentación de casos, y hasta exhibió su propio proyecto. “Destaco que en su ecosistema va todo más rápido. Las startup, como le llaman allá, son emprendimientos que rápidamente se transforman en una compañía rentable. Ponen el proyecto en una aceleradora de negocios, que es normalmente una empresa privada que guía la idea, y rápidamente se consiguen inversiones y se implementa”, repasó. “Ellos enseguida quieren implementar el proyecto, hacer crecer rápido la empresa, y ganar dinero. Los tiempos son más cortos”, añade.


El estudiante de la FIO remarca que en nuestro país se le otorga un tiempo importante a la incubación de la idea, y en Estados Unidos es una etapa que “casi no tiene tiempo, pasan directamente al mercado, y al crecimiento de la empresa en términos monetarios”. Él y el grupo de argentinos entienden que esa velocidad tiene que ver con la relación de las pymes o de los emprendimientos con el gobierno. “Allá todo es más libre, el gobierno no se involucra, no hay burocracia”.


En ese ecosistema subrayó el rol que cumplen esas aceleradoras, que son empresas privadas que establecen la hoja de ruta de un proyecto. Es un servicio que tiene un costo, aunque también se otorgan becas a ciertos proyectos. Con ellas, los negocios avanzan más sólidos, conociendo el horizonte. También promueven una red de contactos que son fundamentales para la evolución de la idea. Y también el rol de los inversores, que apuntalan los proyectos asegurándose algún porcentaje de las ganancias.
En esas visitas y charlas, los argentinos pudieron observar el alto grado de colaboración que existe, la disponibilidad que hay en otros emprendedores, la fluidez de las relaciones en distintas instancias. “Ese escenario acá (en Argentina) es incipiente”, relataron.


Innovaciones

Agustín pudo ver cómo se desarrolla una idea en el primer mundo, aunque admitió que “me gusta más el modelo argentino, donde hay más tiempo para encubar esa idea, conocer su potencial, entender los impactos que genera además del objetivo rentable”.


Aun así, la experiencia del viaje le permitió junto a su equipo replantearse algunas cuestiones del proyecto Oking, sobre todo acerca del mercado y los clientes. Actualmente, el sistema inteligente de adelantamiento vehicular requiere la incorporación de un especialista en desarrollo electrónico, e inversores que puedan financiar unas antenas específicas que son costosas. Con esos planes, el grupo sigue en plena evolución.


Mirar alrededor también hace conocerse a uno mismo. En Estados Unidos Agustín conoció detalles de proyectos de autos voladores y transmisión de energía por fibra óptica, con personas que piensan el mundo dentro de diez años, y otros para la polinización de abejas de implementación inmediata. La variedad y complejidad, colaboran con la noción de que… se puede. La creatividad no tiene límites, y es hasta deseable que no los tenga.


Agustín ya trabaja en encontrarle a los consejos un lugar en su proyecto. El aprendizaje pasa también por apuntalar el trabajo en equipo, así como la resiliencia. Así como en nuestro país el fracaso pareciera algo determinante para el futuro de una empresa, pudo ver que en ese ecosistema estadounidense los errores son un aprendizaje. “No está mal visto equivocarse, al contrario, muestran las fallas que han tenido”, aclara.

 

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