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Graduado de la FIO en Ingeniería Civil, oriundo de Ayacucho. Los vientos lo llevaron por diferentes lugares del país. Y los vientos le proponen ahora un desafío gigante para su carrera. Sin embargo, también lo emocionan otras cosas...

 

 

  • 7 de diciembre de 2016
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Gustavo Menéndez, ingeniero y músico.

 

“Trabajé en una estación de servicio en Pinamar, un verano”, evoca Gustavo Menéndez con un aspecto juvenil que parece contradecir la experiencia que ha cargado sobre su espalda. “Me moría de ganas de trabajar”, explica entre sonrisas.
Gustavo Menéndez llegó a la FIO desde Ayacucho, con un oído afinado para la música después de haber asistido a innumerables ensayos de su papá en la Banda Municipal; pero con la vocación de la Ingeniería arrasando otras tentaciones.
Guardia vieja
“Soy de la época en que primero te recibías de Ingeniero en Construcciones y después hacías un año más y eras Ingeniero Civil. Mi esposa Pierina ya alcanzó el nuevo Plan de Estudios”, explica refiriéndose a otra graduada FIO, Pierina Minutillo, madre de sus hijos y compañera de andanzas.
Después de evolucionar en la Ingeniería andando por varios lugares del país, entre ellos el “inolvidable Laboratorio de Materiales de la FIO, donde tuve como Directores a Fabián Irassar y Viviana Bonavetti”, Gustavo recaló en Puerto Madryn, corriendo el 2003. Genéricamente, podría hablarse de que Gustavo se desempeña en el Grupo Aluar. Sin embargo, su pertenencia corresponde a la empresa INFA S.A., el brazo dedicado a la ejecución de proyectos de Ingeniería, fabricación, construcción, montajes y servicios industriales.
Camino al andar
Gustavo Menéndez relata su evolución profesional. “Infa atiende, entre otros clientes, la planta de Aluar diariamente. Sin embargo, cuando esta última decide ampliarse a casi el doble de su volumen, a Infa le pasaron dos cosas: la primera es que el trabajo creció en forma exponencial para poder atender esa demanda específica que duró casi siete años a partir de 2005. Y la segunda cosa es que debíamos pensar cómo capitalizaríamos, después de la ampliación, todo ese conocimiento que adquiríamos por participar de una obra tan grande y tan diversa. Al mismo tiempo, me pasaron cosas a mí: por un lado me tocó estar en esas obras y pude aprender muchísimo en distintos roles, y con la decisión de la empresa de buscar nuevos negocios aparecieron oportunidades personales como la que me va a tocar enfrentar a mí en los próximos meses”.
La base estará
La sanción de la Ley 27.191, conocida como la Ley de Energías Renovables, obliga a los grandes consumidores a utilizar, en su matriz energética, un determinado porcentaje de energías renovables. Grandes empresas como Aluar han decidido que serán ellos mismos quienes se generen su propia energía alternativa. Para ello, dispusieron la instalación de un Parque Eólico a 10 km de Madryn, en una primera etapa de 50 MW. “Me toca ser el Gerente de Proyecto”, 
menendez
dice Gustavo con una modestia que no logra desdibujar la importancia del puesto. “Estoy muy entusiasmado, porque si bien las torres, góndolas y aspas las entregará un proveedor, hay caminos por hacer, bases, una estación transformadora, el transporte de la energía. Es una obra colosal, son aproximadamente 20 torres de 100 m de alto, y el diámetro del rotor es de unos 117 m; cada base tendrá alrededor de 400 m3 de hormigón y 35 ton de acero. Y tiene que estar listo y generando energía durante el 2018”.
Música para mis oídos
Sin embargo, semejante desafío no es lo que le enciende la mirada a Gustavo. “Hoy por hoy”, dice con pudor, “mis emociones están puestas en el lanzamiento de mi primer disco como intérprete del stick”. Sabedor de que esos relatos, en boca de un Ingeniero, siempre generan sorpresa, explica el origen. “La música estuvo siempre en mi vida y he tocado distintos instrumentos desde chico. Pero hace años escuché a un olavarriense, Guillermo Cides, por radio en una versión de Adiós Nonino. Desde ese día he estado tratando de conocer ese instrumento, hasta que lo logré. Con tanta suerte que Cides ha sido mi maestro. Y en pocos días largo mi propio disco”.
Suele resultar difícil combinar la Ingeniería con las partes más sensibles y creativas del cerebro. Para Gustavo “no podría hacer Ingeniería si no tuviese trabajado mi costado liberador; y no podría hacer música si no la pensase en términos de ingeniería. En Infa entiendo que aplico soluciones creativas y desestructurantes, que sin duda provienen de mi afinidad con el arte. Y al hacer mi propio disco lo pergeñé con un criterio ingenieril que me permite llegar a completar la obra”.
Y se va. Para luchar, literalmente, con los molinos de viento. Una lucha más sencilla, porque tiene música de fondo...
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