Actualidad

En un nuevo 5 de junio, el especialista de la FIO, Ing. Gabriel Blanco, expresa su posición ante el escenario actual.

blanco ambiente

 

5 de junio de 2019

 

Como todos los años desde 1972, este 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Este año, Naciones Unidas lo dedica a la lucha contra la contaminación del aire, problemática que impacta de manera silenciosa pero brutal sobre los habitantes de las ciudades y zonas periurbanas. Las causas de esa contaminación son diversas, pero las principales son los vehículos con motores que utilizan combustibles derivados del petróleo, las centrales termoeléctricas que también utilizan combustibles fósiles, algunas industrias y, por supuesto, los agroquímicos utilizados en la agricultura.


Como puede verse, pocas actividades productivas escapan de ser causantes de este problema que produce enfermedades respiratorias y, eventualmente, muertes a mediano y largo plazo. Sin dudas, la contaminación del aire es una problemática ambiental y social que debe atenderse de manera urgente, pero no es la única. La contaminación del agua dulce, la degradación de los suelos, la deforestación de bosques nativos, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son igualmente urgentes, y en conjunto muestran que el modelo de desarrollo establecido desde la posguerra y consolidado con la globalización no es compatible con un planeta de recursos finitos.


Se podría sostener que este modelo ha producido una cantidad de avances importantes en materia de salud, confort y crecimiento económico para una parte de la población mundial. Pero sólo para una parte; estos beneficios no llegaron a todos: ni a todos los países ni a toda la población dentro de cada país.
En la Argentina no hemos sido ajenos a este modelo de desarrollo, con distintos matices a lo largo de la historia, esa ha sido la forma en la que fuimos desarrollándonos como país, pretendiendo repetir la misma secuencia de acciones que aquellos países que arrancaron antes, y con las mismas consecuencias ambientales y sociales.


Tres ejemplos ilustran nuestro sendero de desarrollo: la producción de soja con su avance sobre los bosques nativos del norte del país y la degradación del suelo por consumo de sus nutrientes que se intenta remediar malamente mediante el uso masivo de agroquímicos. La mega-minería a cielo abierto en la cordillera con su consecuente impacto sobre glaciares y el agua dulce allí contenida. Y por supuesto, la matriz energética concentrada en el uso de petróleo y gas natural, en las mega-represas hidroeléctricas y en la energía nuclear, los mismos recursos energéticos que han dejado pasivos ambientales gigantescos y han permitido la concentración desigual de la riqueza a lo largo de la historia.


Es por esto que lo que está en discusión es la forma en que nos desarrollamos como sociedad, qué y cómo producimos y consumimos, cómo nos relacionamos con los recursos naturales, y cómo los servicios y la riqueza que esos recursos nos brindan se distribuyen en la sociedad.


La ingeniería no puede ser ajena a estos procesos o mirar para un costado. La ingeniería puede aportar soluciones, pero también profundizar los problemas existentes. De qué lado se posicionará la ingeniería, sus prácticas y sus desarrollos, dependerá de la formación y del grado de consciencia de quien ejerza la profesión: los ingenieros y las ingenieras. La formación de profesionales de la ingeniería requiere el conocimiento de la existencia de estas problemáticas así como las consecuencias que sus acciones pueden generar y las limitaciones físicas que impone nuestro planeta. Es por ello que resulta necesario también que la ingeniería se acerque a otras disciplinas que le proporcionen enfoques diferentes sobre las distintas problemáticas que el desarrollo plantea, en un escenario que muestra creciente escasez de recursos e inequidad en el acceso a bienes y servicios.


En la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, como institución educativa insertada en una ciudad y una región donde las problemáticas que se describen a nivel global se identifican a nivel local, la discusión deberá ser sobre el rol de la ingeniería frente a estas problemáticas y la formación de los futuros profesionales. El programa institucional ECO.FIO intenta, mediante diversas acciones, acercar a los estudiantes a las diferentes problemáticas ambientales y así contribuir a superar la formación compartimentada en disciplinas estancas característica de nuestro sistema educativo. Esta necesidad no reconoce escalas ni fronteras, y por ello requiere pensar la ingeniería en forma integral y global, para luego actuar a nivel local, donde las acciones llegan a la sociedad.

 


El desarrollo sustentable de una sociedad sólo puede ocurrir cuando se integran de manera armoniosa y simultánea los aspectos sociales, económicos y ambientales, y cuando existe equidad en el acceso a los recursos naturales, lo que asegura una distribución más equitativa de la riqueza que esos recursos generan. Tal vez recién entonces podamos hablar de prosperidad en el sentido más profundo de la palabra.

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