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La pandemia invita a repensar el modelo.

 

cristina 1

 

• 24 de junio


Será porque abarca desde los primeros años, o porque forma gran parte de las etapas de la vida, pero si hay un campo que a la vista de una comunidad revisa contenidos, construye, prueba nuevas metodologías, incorpora nuevas herramientas y destierra otras a un ritmo ligero, es el de la enseñanza. Cómo transmitir conocimientos que serán la base para otros nuevos; de qué manera se llega mejor a un grupo heterogéneo de personalidades, sentimientos, aptitudes y competencias; cómo incentivar el pensamiento crítico, son algunas de las preguntas que los y las profesionales de la educación se hacen, y que la emergencia sanitaria por el Covid-19 puso de repente en el centro de la mesa, y no se va a correr tan fácil.

La Magister Cristina Iturralde, directora del departamento de Formación Docente de la Facultad de Ingeniería, reflexionó sobre el escenario que plantea la pandemia, donde la virtualidad pasó a ocupar un rol preponderante y demanda otra dedicación. “El mayor desafío en este contexto, es asegurar que todos los estudiantes tengan acceso a la educación”, remarcó la docente. Adecuar la enseñanza, modificar clases ya planificadas, establecer el vínculo con estudiantes, generaron muchos interrogantes que persisten y cuyas respuestas serán insumo para nuevas estrategias. En este sentido, Iturralde destaca la predisposición de docentes, equipos de gestión y agrupaciones de estudiantes, que se ocuparon de detectar necesidades de asistencia tecnológica, económica o de otro tipo.

Pero además, “el hecho de que Ingeniería tenga una experiencia de casi 20 años de trabajo con las tecnologías asociadas a la enseñanza, con un equipo de trabajo que se ocupa de estas cuestiones, fue fundamental para que pudiésemos afrontar la situación de manera que en un tiempo muy breve se comenzara con las clases virtuales”, subrayó.


Revisiones


“El mayor cambio viene de la mano de repensar nuestra práctica docente: qué enseñar, qué contenidos priorizar, los tiempos dedicados a la enseñanza y a los procesos de aprendizaje de nuestros estudiantes. Ello implica mayor flexibilidad de los currículos, tanto en contenidos como en tiempos, acuerdos con otras disciplinas, reorganizar el trabajo en equipo, seleccionar estrategias y metodologías de enseñanza para nuevos entornos educativos, que favorezcan los aprendizajes de los estudiantes”, expresó Iturralde. “El pensar dónde enseñar también produjo ‘sacudidas’ en las estructuras docentes. ¿Cómo diseñar ese espacio de encuentro con el estudiante?”, se preguntó.

 

En este sentido, la profesional hizo hincapié en la importancia de la formación y actualización docente, la reflexión sobre la metodología de enseñanza, el uso de los recursos disponibles y la relación con los aprendizajes que se buscan lograr. “Creo que hacia el interior de las instituciones educativas tenemos que reflexionar sobre la cultura de la virtualidad”, dijo.

 

La evaluación fue otro aspecto que interpeló a docentes. “Nos preocupa cómo asegurar los aprendizajes de los estudiantes, nos generan dudas y temores evaluar con este tipo de herramientas. El mayor peso creo que se puso en las herramientas para evaluar, con cuáles nos aseguramos que los estudiantes demuestran que aprendieron. Surgen inquietudes sobre cómo evaluar, tomar parciales. Considero que es otro aspecto sobre el cual debemos reflexionar en conjunto los docentes, repensar qué, cómo y para qué evaluamos”, destacó.

 

Docentes del Departamento confeccionaron un informe sobre la situación en la FIO, para el cual realizaron encuestas a responsables de asignaturas con el objetivo de hacer un diagnóstico de la práctica y ofrecer colaboración, en caso de necesitarla. Del documento se desprendieron algunas sugerencias, como la necesidad de dividir los grupos de trabajo en comisiones, sumar estudiantes avanzados para colaborar como tutores, establecer previamente los criterios de evaluación y explicarlos. En todo el proceso, la interacción entre docentes y estudiantes, es fundamental. Por eso, “escuchar a los estudiantes respecto a cómo les impactaron estos cambios, qué dificultades tuvieron, qué aspectos positivos rescatan, es fundamental para analizar nuestras prácticas”, expresó la profesora.

 

Tiempos

 

De acuerdo a la experiencia de los equipos, Iturralde es contundente: la virtualidad demanda más tiempo que el trabajo presencial. “Llevó mucho tiempo la elaboración de los materiales, la selección de contenidos prioritarios, qué herramientas y recursos tecnológicos emplear”, explicó. “Pero, fundamentalmente, lleva mucho tiempo el seguimiento de los aprendizajes de los estudiantes; el orientarlos, guiarlos, identificar dificultades en ese proceso, realizar las devoluciones de las actividades que entregan. ¿Cómo orientar, qué estrategias emplear para que esa información que le hago llegar al estudiante la pueda transformar en conocimientos? Esto demanda tiempo siempre, y en la virtualidad esa demanda es mayor”, aseguró.

 

Para la docente de la Facultad de Ingeniería, estas nuevas prácticas docentes van a permanecer. “Lo más probable es que se pueda pensar en una propuesta de enseñanza híbrida. Las aulas virtuales se van a seguir usando, la variedad de recursos tecnológicos y los materiales de enseñanza preparados para esta situación, también. El aula presencial no va a ser el mismo. Vamos a incorporar muchos de los recursos que hoy estamos empleando”, consideró.

 

 

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