Trabajos de Ingeniería con Sociales y organizaciones comunitarias en plena pandemia.
• 7 de julio de 2021
Separar y recuperar los residuos para darles otra utilidad permite obtener beneficios no solo ambientales, sino también económicos y sociales. Cuando se entiende que los residuos también son un recurso, se abren muchas nuevas alternativas, sobre todo para sectores postergados.
Cartones, papel y plásticos que vuelven a la industria. Fabricación de combustible, nuevas estufas, medidas de seguridad, mejores vehículos recolectores, alternativas energéticas, huertas comunitarias, más empleo.
En ese escenario se involucró la Facultad de Ingeniería con organizaciones sociales a través de un proyecto de Extensión de la UNICEN, que si bien al principio tuvo una intención técnica, la dinámica y el compromiso lo perfilaron como un mutuo intercambio comunitario. Coordinado por la FIO, junto a la Facultad de Ciencias Sociales, la Cooperativa de Recuperadores Urbanos Viento en Contra, y la organización ambiental Corazones de Barro, trabajaron durante meses en un proyecto denominado Acciones de Emergencia, con actividades que acompañan a sectores afectados por el Covid-19.
En una primera instancia del proyecto, se trabajaron aspectos de la seguridad e higiene en las tareas de recolección y clasificación de los residuos, se realizaron producciones audiovisuales, se estudió una alternativa para fabricar briquetas con materiales reciclados para reemplazar la madera, así como la creación de una red interinstitucional local, para acercar la oferta a la demanda.
El Covid y sus restricciones lo complicaron todo, y ahora se extendió el proyecto por tres meses más. La coordinadora del proyecto “Residuos y recuperadores urbanos en pandemia”, Dra. Paula Vitale, indicó que la idea es “ayudar a mitigar los efectos de la pandemia en destinatarios específicos”.
Otro fuego
A partir de una experiencia previa con Jóvenes Investigadores de la UNICEN, la idea fue elaborar briquetas con materiales como papel, cartón, hueso, y residuos de carpinterías como aserrín y viruta. Vitale apuntó que “vamos a hacer un estudio de prefactibilidad para ver si es posible hacer una producción local, cuantificando la materia prima, el recurso humano disponible, el proceso productivo, las condiciones climáticas para el secado”.
Analizadas las briquetas en los laboratorios de la FIO, “podemos decir que el poder calorífico es similar a la madera de pino”, sostuvo la doctora. “Libera la misma cantidad de calor por masa, pero tarda más en quemarse, tiene una combustión un poco más lenta, lo que está bueno para calentar un hogar. Además, los gases que emite son similares a los de la madera, por lo que no habría peligros para usarlas para cocinar alimentos”, agregó.
Para esta segunda etapa del proyecto, la idea es “probar diferentes tipos de prensados, otras formas de prepararlas. Pensamos que en un mes ya podemos hacer las pruebas”, detalló la coordinadora.
Con las briquetas como alternativa tecnológica, “vamos a pensar en llevarlas a la economía popular, con desarrollo basado en otros paradigmas, con inversiones mínimas, y en el camino de la inclusión”, relató.
Esas mismas briquetas se piensan para usarlas en las denominadas estufas rusas, hechas principalmente con ladrillos, en hogares que no tienen acceso a equipos con gas o eléctricos de calefacción. Y como estas estufas son normalmente grandes y en muchas casas no sobra el espacio, se está trabajando en un diseño más ergonómico, más pequeño, y que sirvan para calefacción y cocina.
Acciones y compromisos
Dentro de los temas de seguridad, una nueva línea de trabajo se concentró en mejorar los carritos de los recuperadores urbanos. “En una primera instancia generamos una lista de recomendaciones, sobre materiales reflectantes, sujeciones, amortiguaciones, distribución de peso. Ahora queremos directamente plantear un modelo de carrito, que pueda ser fabricado con materiales recuperados, y así llegar a un prototipo”, se entusiasmó Paula.
“Ahora sumamos una rama que tiene que ver con el desarrollo para una economía popular: vamos a trabajar con huertas comunitarias, en lo que es la soberanía alimentaria. La idea es hacer un evento sobre agroecología a la que puedan acceder todas las personas que trabajaron en economía popular”, adelantó.
El compromiso y las ganas de colaborar e intercambiar experiencias y saberes hicieron que se sumen cada vez más voluntades al proyecto. Actualmente son 44 personas involucradas, entre ellas 10 estudiantes. 30 son de la Facultad de Ingeniería, entre alumnos, nodocentes, y docentes de todas las disciplinas.Además, en esta edición se incorporó la Municipalidad de Olavarría a través de las direcciones de Desarrollo Sustentable y de Desarrollo Agropecuario. “Se fueron sumando en función de las demandas que fuimos detectando”, resumió la coordinadora.
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“Nosotros pensamos un proyecto, pero cuando fuimos y conocimos esa realidad, fue totalmente diferente, las necesidades eran distintas. Entonces mutamos el proyecto a las necesidades, pensando en resolver lo inmediato, que eran lo que pedían estas Acciones”, relató. “Todo es muy dinámico, muy proactivo. Van apareciendo respuestas a las demandas urgentes que no estaban pensadas”, insistió.
Paula admitió que “empezamos haciendo un trabajo muy científico. Pero notamos que había un gran entusiasmo del otro lado para trabajar con la FIO y de llevar lo técnico a las necesidades. Y esas organizaciones sociales tienen un montón de conocimiento que a nosotros nos sirve”.
Porque la idea de los proyectos de Extensión no es el asistencialismo, sino el intercambio, la experiencia compartida. “Nosotros armamos la lista de urgencias y ellos se pusieron el proyecto al hombro. Fue muy motivador, porque no solo mostraban sus necesidades sino decían ´cómo puedo ayudar´. Hay una gran energía por parte de todos”, destacó Paula.