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El docente Maximiliano Deletesse homenajea sus raíces bolivianas con un pedacito de historia local

• 12 de julio de 2017

 

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Deletesse realiza su investigación de doctorado sobre efluentes no biodegradables

Colores brillantes, música alegre, sonrisas, todo eso y mucho más se despliega en las calles de Olavarría cuando la comunidad boliviana saca a relucir su cultura. Y es que esta ciudad del centro de la provincia de Buenos Aires donde en gran parte de los habitantes corre sangre italiana, española y portuguesa, desde hace algunas décadas, crecieron raíces bolivianas. “Mi abuelo desde chico nos inculcó la cultura”, contó Maximiliano Deletesse, docente de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería, en el marco del Día de la Confraternidad Argentino-boliviana. La fecha conmemora el aniversario de la muerte de Juana Azurduy, libertadora del Alto Perú (hoy Bolivia), y se conmemora en ambos países cada 12 de julio desde el año 2010.

Los inmigrantes bolivianos desembarcaron en Olavarría en diferentes oleadas. Los abuelos maternos de Deletesse lo hicieron en una de las primeras, en una luna de miel que se hizo eterna, ya que como su abuelo consiguió trabajo en Loma Negra y nunca más volvieron. Las fábricas y la construcción fueron el atractivo principal de esa época. “Luego, entre la década del ‘90 y el 2000 empezaron a venir, una parte por el tema de las tierras y las quintas, y otros por la construcción de L’Amalí”, contó Deletesse. Y se fueron instalando en diversos puntos de la ciudad, como en las afueras de la ciudad por las extensiones de tierra, y los barrios Provincias Unidas, Villa Maylin y Villa Aurora, entre otros.

Se empieza por casa

Tanto su mamá como él son olavarrienses de origen. “Hay cosas que uno va tomando de la cultura y cosas que va dejando de lado”, señaló respecto a las costumbres que su abuelo continúa transmitiendo. “El idioma es algo he querido aprender, pero como no lo utilizamos mucho al quechua, solo sé saludar. Entre los inmigrantes sí lo utilizan, pero acá en Olavarría el quechua se va perdiendo. Los hijos lo entienden, pero no lo hablan, y ya los nietos algunas palabras”, explicó.

Una de las diferencias más notables se da, como en todos los países, en la gastronomía. Los bolivianos acostumbran a tener sus propias huertas. Comen muchas, pero muchas verduras y antes de cada comida se toma sopa- contó el docente. Además comen bien casero, donde es común el uso del horno de barro, y con salsas, pollo y mucho picante.

La danza, sello distintivo

“Igual mi relación con la cultura viene de la mano de la danza”, indicó Deletesse. “No tanto de chico, pero en la adolescencia con mis primos, jóvenes de la misma edad con los cuales compartimos muchas festividades bolivianas decidimos armar un grupo de baile de una danza muy particular que se llaman caporales”, sostuvo. “Eso es algo interesante en Olavarría porque de alguna manera ayudamos a que cambie la mirada que tiene la gente acerca de la colectividad boliviana”, agregó.

En la fiesta de la Virgen de Copacabana que se celebra en agosto, y los Corsos Oficiales, es tradicional ver desfilar a los grupos de baile y demás agrupaciones que integran la Asociación de Residentes Bolivianos de Olavarría (ARBO), fundada en 1988. “Por ahí las personas imaginan que la cultura boliviana y los bailes son carnavalitos solamente, sin embargo hay mucha riqueza: la historia argentina tiene 200 años, pero la historia boliviana se remonta a mucho más atrás y hay bailes que son del 1400, la época colonial, que hasta el día de hoy se siguen danzando”, aseguró el joven.

Caporales Sangre Morena tiene 12 años de trayectoria. Maximiliano Deletesse fue parte del grupo fundador, director por 5 años, pero desde el año pasado cambió de estilo y se fue a la salsa. “Al principio fue muy llamativo que hubiera un grupo de baile que no dependiera de la colectividad. Todos los grupos se preparaban para la fiesta de la Virgen de Copacabana que es en agosto y para los corsos, pero nosotros, por una cuestión que nos gustaba la danza y queríamos compartirla durante todo el año, empezamos a hacer más actividades y ensayar durante todo el periodo”, contó.

“Teníamos más presentaciones, no sólo en esas dos fechas importantes en la colectividad, sino que nos encargábamos también de la difusión en escuelas. En época de carnaval logramos viajar a distintos lugares de la provincia de Buenos Aires, porque es una danza que llama la atención, que es diferente”, consideró.

En Bolivia, la danza es tan importante que así como las universidades en Argentina organizan torneos deportivos, allá lo hacen de baile. “Es una danza elegida por la gente joven”, señaló el docente. Pero su origen no es alegre. “El caporal es una burla al colonizador español. La ropa es la ropa de los mestizos, bien españolizados, con sombreros, botas y los cascabeles que representan el sonido de la libertad. Es una danza de la libertad, pero toma algunos elementos de la saya o de la morenada (primera expresión de danza africana en Bolivia), como el personaje del caporal. Tenía un rol malo en la colonia porque era quien esclavizaba a sus propios compañeros”, relató.

“Es una de las más nuevas, de la década del ’70, pero toma elementos de danzas del 1400. Es más, una de las características es que el hombre salte y pegue patadas porque en esa época estaban de moda las películas de karate”, contó. El baile empezó a tener auge en la década del ‘80 con agrupaciones como Los Kjarkas, que empezaron a hacer temas especiales para caporales con la saya, un sonido rítmico que remite al ruido de las cadenas de los esclavos cuando marchaban.

"Por ahí las personas imaginan que la cultura boliviana y los bailes son carnavalitos solamente, sin embargo hay mucha riqueza"
Prof. Maximiliano Deletesse

Si bien hay diversos estilos de bailes y grupos, en Olavarría actualmente hay cuatro grupos de caporales, y son característicos por sus grandes trajes ornamentados. “Los primeros trajes de Sangre Morena los trajimos de Bolivia. Fue el primer y único viaje que hice al país. Después, a través de la interacción con otros grupos, confeccionamos otros en Buenos Aires con costureras bolivianas que se dedican al bordado y las lentejuelas, y los últimos los hicimos acá”. Los apliques son tan caros como la confección del traje, que en el caso de las mujeres, es similar a los vestidos de 15.

Maximiliano Deletesse comenzó a estudiar Ingeniería Química en la FIO, aunque su primera opción había sido Ingeniería en Sistemas. Pero en una actividad que realizó con la agrupación estudiantil de la carrera (AEIQO), descubrió lo que llama su “verdadera vocación”: la docencia. Inmediatamente se inscribió en el Profesorado en Química y finalizó la carrera al día. De todas maneras planea terminan la carrera de ingeniería, a la vez que comenzó a hacer el Doctorado de la FIO.

Su línea de investigación es la de efluentes con compuestos orgánicos no biodegradables, particularmente los barros industriales. “Tienen baja biodegradabilidad y lo que estamos buscando es alguna aplicación tecnológica de esos barros. Actualmente en la industria se lo incinera, bueno, estamos viendo que en vez de que se incineren se puedan aprovechar en alguna fábrica local como algún producto suplementario de cementos o de materiales cerámicos”, finalizó.

 

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