Raquel Meléndez, Cristina Modarelli y Mercedes Suárez atesoran décadas de historia compartida. Sienten que la Facultad de Ingeniería es su casa, cada vez que pueden se re-encuentran y hasta “armaron” una agrupación. Este 20 de septiembre, Día de Jubilado/a, suman las voces que cuentan y los sentimientos que abrazan desde hace más de cinco décadas. 

“Somos como una familia; pasábamos más horas acá que en nuestras casas”, dice con naturalidad Raquel Meléndez, la Nodocente que vio crecer a la FIO mucho antes de que fuera Facultad y que vuelve, cada vez que puede, a ese lugar del que nunca se fue del todo. Esta vez el cumpleaños 54 aparece como la excusa perfecta para salir al re-encuentro y validar el fuerte sentido de pertenencia que despierta la institución universitaria.

“Los viejos compañeros nos reciben igual que antes, siempre con un abrazo, contentos de vernos, y eso reconforta”, añade esta mujer que siempre se las ingenió para abrir puertas, dar respuestas y encontrar soluciones a cada estudiante o docente que asomara detrás de la ventanilla.

Integra la agrupación de Jubilados y Jubiladas de la FIO que se creó en 2018 en busca de seguir cultivando los vínculos que fueron tejiendo por décadas. Allí hay docentes y Nodocentes. Hay nombres, caras, historias que cuentan y que confluyen dispuestos a seguir vistiendo la camiseta de Ingeniería.

Prestigio que enorgullece

“Me acuerdo que recibí a estas dos chicas como alumnas y luego como docentes”, apunta Raquel, entre risas, parada al lado de Cristina Modarelli y Mercedes Suárez. Las tres hablan del reconocimiento de la FIO y las tres aún se sienten parte.

Sienten orgullo de “ver los avances en investigación y extensión y que están en continuo desarrollo y que siempre hay un proyecto nuevo. Vienen alumnos de otras localidades vecinas y no vecinas, y hasta vienen del exterior a estudiar acá. Es un prestigio que enorgullece y nos hace sentir muy bien haber sido parte del grupo docente que logró que esto se desarrollara de esta manera”, admite Cristina Modarelli.

Mercedes Suárez asiente y apura su comentario: “Ingresamos en el 72 y fuimos la tercera cohorte. Teníamos muchísimos compañeros de Azul, Tapalqué y de la escuela técnica de acá que se formaban con perfil ingenieril”. Luego asumió un rol docente que “era muy lindo y con Cristina estábamos con los ingresantes. Siempre notábamos cómo se iba elevando el número de alumnos que venían ya no solo de cercanía a Olavarría sino de otros lugares, a pesar de que Ingeniería se cursa en muchos otros lados”.

Las tres coinciden en la capacidad de “escucha” que siempre tuvo la institución. “Es importante el apoyo que se da en primer año para mantener (la matrícula) a pesar de que hay chicos a los que les va mal pero la idea es mantener en ellos viva la idea de seguir estudiando”, observa Cristina Modarelli.

“El rol del Área de Orientación y atención al estudiante se ha sostenido todos estos años en gestión de becas, que siempre fueron importantes, pero no es de ahora; siempre hubo estudiantes que no hubieran podido acceder a la Universidad si no hubiera sido por una beca, siempre se manejó con excelencia esa asignación”, destaca Mercedes Suárez.

“No ser una Pitman”

“Lo mejor de la FIO es el prestigio” repite una y otra vez Raquel Meléndez, mientras recuerda que “cuando empezamos siendo un Instituto, Fortabat (Alfredo, presidente de la empresa Loma Negra) y el ingeniero Enrique Alfieri (intendente de Olavarría) decían ´esto no tiene que ser una Pitman´”. El comentario remitía a enseñanza de cursos acelerados que eran mirados de reojo por el mundo académico.

Hoy, a 54 años de semejante desafío, “la FIO tiene un progreso increíble. Me enorgullece que esté a la vanguardia con sus carreras y cantidad de alumnos. Empezamos con algo tan chiquitito, tan de acá y se ha tornado en algo increíble”, enfatiza Meléndez.

Mercedes Suárez observa lo mismo: “Hemos tenido el privilegio de participar en muchísimos Congresos de Matemática en Ingeniería” donde se pudo comprobar que “hemos tenido otra visión en la relación docente-alumno. Y las nuevas generaciones mantienen esa impronta”.

“Eso es lo que nos diferencia de otras universidades donde sos un número. Acá los alumnos tienen nombre y apellido; el acompañamiento es cercano, es increíble”.

Hoy se multiplican las aulas y se amplían los edificios; lo que no cambia es la esencia. “Entré al área de Matemática y vi sangre nueva, hay muchas chicas nuevas. Me emociona todo esto”, analiza Mercedes Suárez, consciente de ser parte de la historia pero también del presente de la FIO.

Hay mucho camino recorrido y tiempo en común. Por eso, siguen en contacto, se juntan, se reúnen y se abrazan toda vez que pueden. “Nos vemos por fuera. Tenemos el grupo de jubilados. Nos encontramos cada dos meses. Somos más de 20 entre docentes y no docentes”, dicen casi a coro. Cada vez que se ven es una fiesta y decir presente en un nuevo cumpleaños el mejor pretexto para reforzar ese sentido de pertenencia que resulta único e intransferible.