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La empresa de explosivos ETA recibió un dispositivo de medición desarrollado por Investigadores de la FIO.


 eta

 Lucio Giaquinta, Franco Déber, Carlos Aman, Roberto de la Vega, Gabriel Scipioni y Silvano Rossi.

 

• 18 de diciembre de 2019

 

Una explosión se define por su brevedad. Tiene que ser fugaz, efímera. Se percibe como un trueno, un disparo de luz, una hoguera. Pero, cuánto demora la energía en avanzar hasta el estallido final. Ese dato puede ser despreciable para la mayoría, menos para los fabricantes de explosivos. Ellos desafían al fuego y al tiempo, en un audaz equilibrio. Dominar esa brevedad, es la clave de cada voladura.


En la empresa Explosivos Tecnológicos Argentinos (ETA), ubicada en Sierras Bayas, se fabrican cargas explosivas y distintos accesorios para la industria petrolera. Allí también se elaboran los cordones detonantes, que conectan las cargas. Y poder medir la velocidad de encendido de ese cordón es uno de los parámetros que otorgan calidad al proceso industrial. Si bien ETA tiene determinada esa velocidad, sus autoridades advirtieron la necesidad de tener mayor precisión en las mediciones, para emular normativas de la Comunidad Europea. En ese punto es donde convocaron a la Facultad de Ingeniería de la UNICEN para el diseño de un equipo de medición más moderno. Esta industria es muy específica a nivel global, y hay dispositivos que no se consiguen en el mercado. Por eso la necesidad de un desarrollo tecnológico propio.


El grupo de la FIO encargado del proyecto se formó con el ingeniero Roberto de la Vega, el doctor Silvano Rossi, el licenciado Franco Déber, y los estudiantes avanzados Lucio Giaquinta, de Ingeniería Electromecánica; y Sol Varela, de la Tecnicatura en Electromedicina.


Un primer equipo construido en Ingeniería sirvió para contrastar las mediciones tomadas con el equipo de la fábrica. Eso sirvió de base para el desarrollo de un nuevo dispositivo electrónico, con otra tecnología, y sensiblemente más preciso.


Hay equipo

Después de varios meses de desarrollos, y pruebas, y explosiones, este lunes el grupo de trabajo de la FIO entregó la versión final del nuevo equipo a las autoridades de la fábrica ETA. Fue en instalaciones del Departamento de Ingeniería Electromecánica, donde los docentes y estudiantes recibieron a los ingenieros Gabriel Scipioni y Carlos Aman, Gerente de Planta y Gerente de Gestión de Calidad, respectivamente, ambos graduados de la Facultad.


“Con este nuevo equipo tenemos una manera más precisa de hacer un control de un producto que estamos fabricando. Y podremos certificar la calidad de los cordones en torno a las especificaciones sobre velocidad de detonación”, indicó Scipioni. Aman, por su parte, sostuvo que “el beneficio es la precisión del equipo respecto del que estamos usando. Actualmente tenemos interferencias en la medición, y nosotros queremos adecuarnos a estándares europeos, a los parámetros de nuestros auditores. Con este dispositivo desarrollado en Ingeniería tendremos más puntos de medición a lo largo de la detonación, uniformidad en la velocidad, vamos a evitar las interferencias por cuestiones de aislación”, repasó.


Todos destacaron la interacción que hubo entre la universidad y la empresa, la posibilidad de un desarrollo de investigación local que genera transferencia tecnológica, y la puesta en valor del conocimiento en un producto escaso en el mundo.

 


Historia de un instante

El medidor fabricado en la FIO cuenta con tecnología digital de alta velocidad, capaz de responder a tiempos del orden de los nanosegundos. A través de unos sensores específicos conectados a las cargas por fibra óptica, el equipo mide el tiempo en que se desplaza la explosión y con ese dato calcula la velocidad. Estos cordones detonan a una velocidad de 7500 metros por segundo, unos 27.000 kilómetros por hora. El fogonazo que genera esa liberación de energía demora unos cientos de microsegundos. Imperceptible para el sentido humano, si se tiene en cuenta que un microsegundo es la millonésima parte de un segundo. Con esta tecnología desarrollada en la FIO, es posible saber qué ocurre en ese súbito intervalo de tiempo, con una resolución de 100 nanosegundos (cien mil millones de segundos).


Es que para detonar una serie de explosivos, cada carga debe ir encendiéndose a un cierto tiempo predefinido. Una secuencia de detonaciones calculada, entre otras cosas, por la geología. Entonces, el cordón detonante debe ser capaz de regular la velocidad de encendido, de administrar esa tardanza de energía, para que la roca se rompa de determinada manera.


El desafío tecnológico del proyecto fue lograr precisión en las mediciones, que están en el orden de los nanosegundos. Con todo, la FIO demostró que tiene los recursos humanos y técnicos para generar innovaciones de nivel mundial.

 

 

 

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