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Emma Alloggia, jubilada nodocente.

 

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 24 de septiembre de 2020

 

Cada 20 de septiembre se conmemora el Día del Jubilado y la Jubilada, en recuerdo de la primera ley de jubilación que Argentina aprobó en 1904. Como toda etapa de la vida, es un momento trascendental donde la actividad laboral llega a su fin, y ya no hay horarios, días hábiles, contratos por cumplir.

Es difícil no pensar en el momento de la jubilación cuando a veces la tarea pesa. Pero, a su vez, llegado el momento “hay que llenar horas”. Al menos así lo considera la nodocente jubilada hace siete años, Emma “Emmy” Alloggia.


“Lo estiré lo más posible a ese momento, porque la Facultad de Ingeniería fue mi gran amor”, confesó con la sensibilidad que la caracteriza. Cuando entró a trabajar a la FIO, el 7 de enero de 1970, tenía 20 años. Como trabajadora en distintas áreas se casó, tuvo dos hijas y un hijo, y transitó 44 años de actividad. “Éramos una familia, no sólo era un trabajo”, sostuvo. “Era un lugar donde la pasaba bien y me costó mucho jubilarme. Tuve que rellenar un montón de horas porque por mí hubiese seguido trabajando. No sólo significó dejar la actividad, sino además, dejar de ver a gente de la que me había hecho más que amiga”, confesó.


Un poco de historia


Emmy fue testigo del nacimiento de nuestra Facultad y ejerció todo tipo de tareas. “Trabajé en atención a estudiantes, limpieza de oficinas, tareas administrativas, en todo lo que había para hacer”, contó. “En la medida en que el rumbo se fue encaminando trabajé en Secretaría Privada hasta que luego pasé a la parte académica, y ahí me quedé hasta que me jubilé”, señaló. Era Coordinadora Académica, un cargo que actualmente no existe y cumplen entre varias personas, pero que consistía en atender asuntos de las áreas de Alumnos, Docentes y Recursos Humanos, con Ana Ducca y Elva Giaconía. “Si bien trabajábamos en conjunto, cada una tenía su oficina. Años más tarde se incorporó Casilda Delfino y fue con quien más trabajé codo a codo”, recordó, “fue como mi mano derecha, a pesar de ser del área administrativa”.

 

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En aquellos tiempos, la tarea académica-administrativa se distribuía en ocho horas de horario cortado, de 8 a 12 horas y de 17 a 22 horas, “porque era la época donde había clases para la gente que trabajaba”, explicó Alloggia.

Si bien pudo transitar momentos de mucha actividad y compromiso, como los viajes a Tandil y Buenos Aires para que la Universidad se asiente en Olavarría, o la creación de las Facultades de Ciencias Sociales y Ciencias de la Salud (“nunca me voy a olvidar de esa asamblea que se hizo en el SUM del primer piso”), también le tocó vivir la época de la dictadura en una institución de formación superior, con todo lo que eso significaba. “Padecí muchas cosas. A pesar de tener perfil bajo era muy complicado porque fue una época que vivimos con miedo, amenazas, circulaba gente que no pertenecía al Instituto Universitario”, aseguró. “Fue la peor época, por suerte nos protegíamos entre nosotros”, destacó.


Tiempo libre


Lo primero que Emmy resaltó del cambio de etapa, fue la libertad de no depender de fines de semana largos para viajar a Buenos Aires a visitar a sus hijas y nietas: “Antes de marzo iba cuando quería y el tiempo que quería”. Afirma que le gusta mucho viajar, “no importa si es cerca o lejos, con familia o amigas, tengo ocho grupos de amigas y somos de ir a cenar, la pasamos muy bien”.

Cuando está en su casa, en verano disfruta de la pileta, y en invierno de pilates, caminatas y de reciclar muebles. También le gusta cocinar y pintar. En contexto de aislamiento, esto último es lo que más hace. Los pinceles y Netflix son sus grandes distracciones. Su activa vida social fue reemplazada momentáneamente por pantallas, llamadas, Zoom con la familia y amigas.

“Si tengo que hacer un balance de esta situación de pandemia, soy consciente de que en lo personal con mi marido somos muy afortunados. Lo que más padecemos es ver de lejos el crecimiento de nuestras nietas. En Olavarría tenemos una nieta de 11 meses y la vemos desde el auto cuando pasan por casa”, expresó. “Donde tomás contacto con otras realidades, y personas que la están pasando muy mal, querés que esto termine cuanto antes”, confesó.

Emmy integra el gran grupo de jubilados y jubiladas de la FIO que antes de la pandemia se juntaba periódicamente. El hecho de que personalidades tan diversas tengan a Ingeniería como punto de encuentro, es índice de todo lo construido en los 51 años de la institución. Son testigos directo del nacimiento y crecimiento de la Facultad, y por siempre destinatarios de una especial gratitud.

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