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• 31 de octubre de 2022
• Tiempo de lectura: 5'


En línea con la mirada integral que la Facultad de Ingeniería imprime a la educación de sus graduados/as, la Formación Social y Humanística es un requisito en el trayecto académico que apunta a incorporar características sociales del territorio como parte de la enseñanza. Planos para un espacio cultural autogestivo, apoyo escolar, estufas para contribuir a la soberanía energética o el diseño de un sistema de riego para huertas comunitarias grafican el amplio abanico en el que los/as estudiantes de la FIO pueden reflexionar y responder, desde su disciplina, a demandas puntuales.


Los perfiles profesionales de las personas que se forman en una institución educativa son materia de permanente reflexión institucional. En escenarios de cambio constante y alta tecnificación, desarrollar una enseñanza de alta calidad para la Facultad de Ingeniería de la UNICEN también implica identificar problemáticas sociales actuales en el territorio y promover la búsqueda de soluciones desde la formación académica.

 

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Así, la confección de un plano que es contenido básico en la formación de ingenieros/as civiles puede significar para una organización cultural autogestiva el acceso a financiamiento estatal. De igual manera estudiantes de Ingeniería Química cruzan conocimientos para diseñar un sistema de riego automatizado que reduce horas de trabajo manual en una huerta comunitaria o estufas rusas para hogares de bajos ingresos. A veces ni siquiera se requiere de dispositivos elaborados: el apoyo escolar para reforzar contenidos de la escuela es una demanda donde hace más de una década los/as estudiantes de la FIO encuentran otras formas del hacer profesional.
“La Universidad debe tener un rol activo en aquellos espacios donde puede intervenir para contribuir a la mejora de uno o varios aspectos de una comunidad”, considera el arquitecto Miguel Cilley. Con este espíritu fue que un grupo de estudiantes de Ingeniería Civil pudo hacer tareas en el espacio cultural “Chamula Tierra de Artes”.

 

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Junto a la ingeniera María Inés Montanaro y referentes de Chamula, futuros/as ingenieros/as confeccionaron el plano del edificio de Maipú al 3700 y evaluaron sus estructuras. Lo primero para poder acceder a mejoras para la institución autogestiva, y lo segundo para poder garantizar la seguridad de las personas que allí circulan.
Esa experiencia implicó, en lo técnico, desplegar herramientas de trabajo, cálculos, visitas a Catastro y elaboración de informes. En lo académico se tradujo en vivenciar los horizontes variados que tiene la disciplina en diálogo con el territorio. “Las actividades de formación social y humanística, desde mi experiencia, acercan a los futuros profesionales a la vida laboral de una forma honesta y solidaria, es dar y recibir”, reflexionó la estudiante Luisina Santiñaque, que hizo equipo con sus pares, Cristian Delapena y Ana Paula Martínez.


Números y demás intangibles

 

No es desacertado pensar en números y cálculos cuando se habla de Ingeniería. Por su base disciplinar de matemáticas, álgebra y física, las y los estudiantes de la Facultad de Ingeniería tienen un extenso historial de apoyo escolar para estudiantes de nivel primario y secundario. Desde el año 2007 que la ingeniera Laura Godoy coordina tareas en diferentes espacios del Partido de Olavarría.


Recientemente, y a través de un convenio específico, las estudiantes Melody Markiewicz, Maia Villafañe, Romina Dirgam y Loana Pérez brindaron asistencia en las áreas de matemática, física y química en el Centro de Educación Complementario N° 804 de Hinojo. “Creo que estas actividades destacan el lado social que debemos tener no solo como profesionales sino también como ciudadanos”, consideró Melody, y agregó: “la experiencia es muy linda, no solo pudimos ayudar en las tareas sino que también pudimos compartir otras actividades, hablar de la Universidad para que conozcan y se motiven a seguir estudiando”, contó.

 

Candelaria Fernández cumplimentó sus horas de Formación Social y Humanística en el proyecto educativo Eureka: “Creo que no debemos pensar a la formación social y humanística como un complemento a la formación en ingeniería sino como una parte fundamental de la misma”, expresó. “He charlado esto en varias ocasiones con compañeros y a veces vemos las actividades de FSyH como una carga cuando en realidad tendríamos que valorar hacerlas porque nos están ayudando a formarnos no solo como ingenieros inmersos en una sociedad, sino como agentes de cambio y personas de valor”, reflexionó la joven. “La ingeniería en general es un servicio a la comunidad y no tendría sentido intentar ejercer la misma sin aprender a percibir cuales son las necesidades del momento o como subsanarlas”, agregó.


Escala humana

 

Con líneas de trabajo muy marcadas –y ahora bajo la forma de un programa de la UNICEN– hace tiempo que la Dra. Paula Vitale trabaja desde la Facultad de Ingeniería junto a otras instituciones en la fabricación de briquetas para calefacción, el diseño de estufas de materiales sustentables y de bajo costo, protocolos de seguridad para recuperadores/as urbanos y mejoras en huertas comunitarias, entre otras acciones.

 

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En ese contexto Maite Romero y Iván Lambert cumplimentaron el requisito social y humanístico de su formación de Ingeniería Química. Iván estudió el diseño y materiales acordes para la confección de estufas rusas en hogares que no tienen acceso a equipos de calefacción a gas o eléctricos. Lo primero que resaltó fue poder trabajar en un contexto personalizado, diferente a las grandes escalas de las industrias que acostumbra a ver en la carrera. Además resaltó la puesta en acción del ingenio: “Lo hacés con los materiales que tenés a disposición y listo”. Su compañera Maite agregó: “Estas experiencias son importantes para conocer más de cerca los problemas de nuestra comunidad y poder ver en qué podemos ayudar. Es un granito de arena donde devolvemos un poco lo que se nos da, porque estamos en una Universidad Pública estudiando carreras que en otros países cuestan mucho”, aportó al análisis.


Otra dinámica que resultó interesante fue conocer desarrollos provenientes del saber popular, donde tal vez con una vuelta de tuerca en la composición de una mezcla o un ajuste de medidas, se logra un aporte más directo a una necesidad planteada.


Esto cruza el espíritu del intercambio que plantea la directora de la iniciativa: “Nos interesa revalorizar los saberes populares porque es una forma de co-construir una tecnología de la cual son usuarios y fabricadores”, resalta Paula Vitale. “Creemos que la formación social en este camino hace que tengamos ingenieros/as con una visión distinta, o al menos intentemos que sea más abarcativa. No hay un saber técnico por sobre otro: en realidad son complementarios”, concluyó.

 

 

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