Hacen punta en Tucumán, Chaco y Córdoba. Buscan aulas inclusivas y de calidad con protagonismo adolescente. Un puñado de experimentos y la convicción de que aun en la más absoluta vulnerabilidad surgen oportunidades sirven de guía. La Facultad sentó las bases: un libro y dos en curso con tips para aprender a aprender lo confirman.

“Siempre tiemblo cuando tengo que pasar por el escáner de los aeropuertos”, dice la doctora Betina Bravo, mientras suelta la risa. Viaja con una valija “rara”, poblada de espejos, multímetros, láser, un prototipo de guitarra eléctrica, imanes y calibres. Un equipaje repleto de experimentos dispuestos a abrir cabezas y disparar el ingenio. Eso explica por qué UNICEF incluyó a esta docente de la FIO como una de las especialistas que hoy trabajan por cambiar las rutinas de aprendizaje en más de 200 aulas del secundario. Tucumán primero, Córdoba y Chaco después son casos testigos de que aún en la vulnerabilidad más absoluta es posible sembrar semillas y apostar por otro mañana.

La referente de Ingeniería es parte del equipo docente de PLaNEA, Nueva Escuela para Adolescentes desde el 2022. Este programa tiene por objetivo repensar la escuela secundaria y ella asegura que, cada vez que comparte sus saberes y métodos, se activa la “caja de herramientas” que le aportó la Facultad durante su formación y como formadora.

Acaba de volver de Resistencia, un lugar que hace honor a su nombre. “Chaco siempre se ve más vulnerable que el resto”, observa Betina Bravo, mientras reaviva la imagen de ese “micro lechero” que va de pueblo en pueblo sumando un docente por escuela (y no más) para que se capacite porque hasta ahí llega el presupuesto. Viajan toda la noche y vuelven enseguida porque solo tienen justificada la falta de ese día. Aun así, ella aplaude las ganas y los esfuerzos.

Más de 600 docentes

UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, por sus siglas en inglés) es la agencia de Naciones Unidas que busca garantizar los derechos de la infancia y adolescencia y asegurar su bienestar en todo el mundo. Con PLaNEA se pretende que haya aulas inclusivas y de calidad, con más y mejores oportunidades para aprender, donde los adolescentes adquieran saberes y capacidades críticas para su vida en el siglo XXI pensando en el futuro desde hoy.

La propuesta avanza con cautela pero en forma sostenida y va sumando cada vez más escuelas hasta llegar a las 200 que hoy contabilizan. “En Chaco estamos desde Resistencia hasta el Chaco salteño y en El Impenetrable” aunque esta vez los maestros de esas tierras olvidadas, habitadas por wichis y tobas, no pudieron asistir porque “tenían 12 horas de viaje por caminos complicados”, lamenta a su regreso la Dra. Bravo.
“No son capacitaciones masivas. Eran 20 y pico docentes, deberían ser más del doble; y además son encuentros con diferentes disciplinas el mismo día”, plantea la Dra. Bravo mientras se pregunta cuál es el alcance real del acompañamiento que presta el gobierno provincial.

“En Chaco es complicado, queda gente afuera”, analiza la docente a 40 años de la recuperación democrática y en medio de una elección compleja donde, por ejemplo, se alza la voz por “la competitividad de las escuelas privadas cuando eso es no reconocer nuestro país, donde existe tanta diversidad. Defiendo a muerte una educación de calidad y PLaNEA tiene idea de contextualizar esa educación y de generar materiales que les sirva a los estudiantes”, reafirma la profesional.

Como docente de la FIO e investigadora del CONICET dirige proyectos de investigación educativa y extensión universitaria con los que, junto a un equipo interdisciplinario integrado por profesionales de Matemática, Física, Tecnología y Didácticas específicas, diseñan y evalúan metodologías de enseñanza tendientes a favorecer la pregonada alfabetización científico – tecnológica de estudiantes de niveles preuniversitarios.
Por esa trayectoria, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales le propuso ser parte de PLaNEA y acompañar a las gestiones educativas provinciales en la transformación de la escuela secundaria.

Actualmente, hay 200 escuelas de las provincias de Tucumán, Chaco y Córdoba con capacitaciones que llegan a más de 600 docentes y no se descarta la posibilidad de ampliar fronteras.

No saben leer

Ahora, ¿hasta dónde llega el grado de vulnerabilidad en esas escuelas del centro y norte argentino? “Se ve en la alfabetización; es lo que más choca. Los profesores siguen diciendo que hay estudiantes que llegan a la secundaria sin saber leer y eso es lo que más nos moviliza”, asume con preocupación la Dra. Bravo.

En ese contexto límite y a la vez tan limitante, estos proyectos “buscan generar momentos donde la lectura sea una estrategia para aprender ciencia y aprender a hablar” algo que se logra “poniendo el hombro entre todos, sin mirar para el costado, siendo conscientes de que esa realidad está sucediendo. ¿Cómo van leer el proyecto si los chicos no saben leer? No es general pero en todas las capacitaciones surge esta dificultad seria de alfabetización”.

Por eso, el desafío es enorme y muy ambicioso. Es “aprender a aprender a alfabetizar científica y tecnológicamente; y los docentes lo toman porque atienden de contextos y realidades, pensando en el nuevo mundo donde sí o sí se van a insertar”, explica la docente local.
La meta es que los estudiantes logren un rol activo en el proceso de aprendizaje a partir de actividades que incluyen la resolución de problemas y la toma de decisiones, relacionando contenidos, saberes y lenguajes.

Desde UNICEF proponen nuevos escenarios educativos mediante la generación de material didáctico donde se problematizan diferentes situaciones a través de actividades concretas.

El sello de la Facultad

“El docente también tiene que aggionarse”, admite la doctora Bravo, respecto de quienes están al frente de las aulas y han sido formados con “metodologías de enseñanza más tradicionales, centradas en el docente y no como pretendemos ahora que es poner en el centro al estudiante”.

Betina Bravo trabaja codo a codo con Gastón Pérez de la UBA. Juntos acaban de publicar su primer libro para alumnos de 5º año y tienen en vías de publicación los dos tomos de 6º año. “El eje es transversal y trasciende fronteras” a la hora de ver “cómo utilizamos los conocimientos más científico tecnológicos para incidir, adaptarnos a la sociedad y cambiarla”, explica la docente.

En ese trayecto “hay intervención provincial, el acompañamiento está y las tres provincias están repensando su diseño curricular de a poquito. Quienes tienen el poder de apoyar estos proyectos en el discurso lo tienen adoptado pero llevado al terreno hay dificultades en lo económico. Igual se va instalando”.

El giro es significativo ya que propone una metodología abierta donde el alumno es artífice del aprendizaje a partir de la problematización. Tucumán abre el surco y es pionera ern Sudamérica.

Es un paso a paso que cuenta con el “gran sello de la FIO” tras “años de docencia y formación, trabajos con docentes y elaboración de materiales que ahora van más allá de Olavarría”, sintetiza la investigadora.

La lógica que intenta aplicar es de una física y química más descontracturada. Así, por ejemplo, “proponemos diseñar dínamos para bicicletas, imitar la lámpara de Edison, generar una pila, ver cómo usar energía solar en tubos; y que se diseñen en el aula nuevos conocimientos”.

En definitiva, “intentamos discutir ideas sobre la evolución desde la biología y la revolución científico-tecnológica desde la física y química; y cómo eso ayuda a mejorar la calidad de vida sin dejar de reconocer el impacto y como ciudadanos críticos ver cómo repararlo”, señala sobre el final Betina Bravo.

La semana que viene volverá a empacar con sus imanes, láseres, espejos y prismas a cuestas. “En Chaco me hicieron abrir la valija”, reconoce, encogiéndose de hombros y validando el protagonismo de sus “herramientas”. “Toquemos madera porque el martes me voy de vuelta y otra vez volaré salgo con mis experimentos”, concluye, con mirada cómplice y las ganas intactas.