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• 6 de septiembre de 2023
• Tiempo de lectura: 6'

 

El merendero “Pequeños Gigantes”, en Villa Mailín. Allí es la cita de cada sábado donde 24 estudiantes de la Facultad de Ingeniería se turnan para ayudar, hacer juegos y apostar a la alfabetización digital. Una rifa para costear el gas del local y una colecta para hacer el Festival de la Niñez son parte de este desembarco barrial.

 

 

“La realidad no es muy distinta a lo que fue mi infancia. En mi barrio también había un club al que podíamos ir a jugar, comer algo rico de merienda y volver a casa contentos”, dice Carolina Ramírez sin disimular la conexión especial que le genera el merendero “Pequeños Gigantes” de Villa Mailín. Cursa Ingeniería Electromecánica y destina algunos sábados a intercalar chocolatadas con “miniclases” de alfabetización digital o apoyo escolar. La propuesta está incluida en los planes de estudio de la Facultad de Ingeniería de Olavarría (FIO) y busca que los/as estudiantes desembarquen en la comunidad con actividades socioeducativas.


De pintar con acuarelas y pastas en la sede de la sociedad de fomento a dibujar en el Paint del Word dentro del Gabinete de Informática de la Facultad. Así es el menú, amplio y variado para los/as peques que asisten al merendero y (no necesariamente) están a un paso de la Universidad. Juegan, se divierten, escuchan, aprenden, descubren otros saberes y tejen vínculos. De un lado y del otro.


“La Facultad nos ayuda mucho. Es muy gratificante tenerlos con nosotros”, destaca con gratitud Lorena Merlo, coordinadora del merendero que abre el sábado por la tarde.

 

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Desde la Secretaría de Extensión, Vinculación y Transferencia de la FIO el objetivo es tender puentes hacia “instituciones intermedias con actividades puntuales” y generar propuestas donde “los estudiantes puedan certificar prácticas de formación social y humanística”, explica el Ing. Joaquín Domato, a cargo del área. También hay alumnos/as de la beca Belgrano vinculados con este espacio comunitario.


Actualmente, son 24 estudiantes que participan de esta “movida” en “Pequeños Gigantes”. Allí tienen dos propuestas recién “salidas del horno”: una colecta de golosinas, globos y juguetes para el festival que quieren hacer a fin de mes y una rifa para pagar el gas del local fomentista. En ambos casos, están con los brazos abiertos, a la espera de donaciones y colaboración.

 

 

Apoyo educativo

 

“Son nenes de 4 a 15 años y la idea es que cuenten con la posibilidad de tener una buena merienda y llevarse una golosina para el domingo. De lunes a viernes van al comedor de la escuela. Y en el merendero hacen actividades recreativas y artísticas”, explica la Lic. María Inés Berrino, referente del Área de Orientación de la FIO.


Desde la institución plantean sumar una impronta educativa a la función social que cumple el merendero donde dibujan con acuarelas, lápices o pastas, ven películas, practican básquet o juegan al fútbol.


“En la FIO sugerimos actividades más educativas como reconocer letras, números, figuras geométricas, escribir su nombre, pensar a quién lo dedican, hacer lectoescritura y brindar nociones básicas del cálculo, de la ciudad donde vivimos, de la calle en que viven; cosas sencillas que le puedan brindar autonomía”, sostiene Berrino.


El eje está puesto en la necesidad de que los/as estudiantes puedan “fortalecer el compromiso con la sociedad en la que actuamos, mejorando la conciencia ética y solidaria para un buen desarrollo social como ingenieros. Se busca trabajar aspectos que nos permitan estar conscientes del ambiente y de la realidad social en que nos desenvolvemos para mejorar la calidad de vida de la comunidad a la que pertenecemos. No solo en una empresa o máquina, sino llevarlo a la vida cotidiana y mejorar como seres humanos”, reflexiona Aldana Fernández, una de las estudiantes que se sumó al merendero a través de la Beca Belgrano.

 

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El hecho de tratar con personas de diferentes edades, personalidades y experiencias de vida en un solo entorno habilita a “comprender, empatizar y buscar la manera de que puedan comunicarse con nosotros abiertamente, ayudarlos y que disfruten un buen momento y a la vez aprendan en lo posible, cosas útiles que los ayude en su formación académica”, añade la alumna que transita el tercer año de Ingeniería Industrial.


Con ese “pretexto” abrazan, contienen, escuchan y abren puertas. “Les preguntamos cómo ha sido la semana, si aprendieron un nuevo juego, si necesitan ayuda. Vemos desde Orientación cómo cualificar las emociones, como es la experiencia a través de emociones, cómo se sienten”, dice la Lic. Berrino, con vocación y compromiso.


Paralelamente, una de las líneas de acción que se trabaja fuertemente es la alfabetización digital. Es decir, cada estudiante de la FIO intenta que los/as chicos/as del merendero hagan su primera incursión al mundo de las computadoras, del celular, Internet o de los dispositivos con que se cuente.


Cuando visitaron el complejo universitario, por ejemplo, “se sentó un estudiante FIO al lado de cada niña o niño fueron mostrando cuáles son las partes de compu y las nociones básicas de internet, o cómo manejar el mouse”, comenta María Inés Berrino.


“Hicimos algunos juegos y se organizó un día de computación: pudieron venir y usar las computadoras, lo básico, porque no sabemos si tienen acceso o no. Cuentan con un salón que tiene calefacción y luz, es un lugar amplio, que necesita algunas reformas como cocina y baños. Lorena también nos habló del patio”, detalla la estudiante de Ingeniería.

 

 

Puertas adentro

 
Pequeños Gigantes asomó en el barrio Villa Mailín antes de la pandemia porque “veíamos a los nenes en la plaza a altas horas de la noche los sábados y a la tarde. Llegamos a tener hasta 25 y en la pandemia ayudamos a que cada uno se llevara la merienda a la casa”, describe Lorena Merlo.
“Mi idea era hacer apoyo escolar pero una amiga me habló del merendero y me gustó la idea de sumarme” a ese 'espacio de mucho amor' donde se ve que los chicos disfrutan. Son súper educados y siempre nos reciben muy bien. Lorena y las personas que colaboran junto a ella también nos hacen sentir bienvenidos y está buenísimo que se nos abran este tipo de puertas”, valora Carolina Ramírez.

 

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¿Cómo es un día en ese lugar que trabaja por infancias y adolescencias cuyas necesidades básicas no siempre están resueltas? “Al principio era dos veces a la semana y ahora es los sábados. Llegamos, hacemos actividades, jugamos con ellos y después tomamos la merienda. Hay veces que, viendo la situación de cada nene, tomamos antes la merienda para que después puedan hacer la actividad con la pancita llena”, admite la referente barrial, poniendo en palabras realidades que resultan aplastantes.


“Fuimos a conocer la Facultad; estaban muy contentos”, asegura Lorena que abraza historias de 5, 7, 10, 14 años que tienen nombre y cara. Y detrás de esos pequeños gigantes hay toda una fragilidad por contener.

 

 

Escuchar las necesidades

Quienes llegan desde la FIO, se ocupan de “estar atentos a las necesidades que podamos suplir con nuestros conocimientos y ayudar a Lorena. Aportar ideas de diferentes actividades, motivar a los chicos a ver otras cosas y que puedan jugar y divertirse. La Facultad cuenta con muchas actividades y espacios que a los chicos les pueden gustar y además despertar en ellos un interés por la ciencia, la tecnología y que sepan que es algo de lo que puede llegar a ser parte de sus vidas”, enfatiza Carolina Ramírez.

 

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“Vemos que hay muchas problemáticas en el barrio”, dice la coordinadora del merendero y se frena. Elige proteger esos universos que conoce a la perfección y opta por hablar de la diaria, donde ofrece “leche en sachet con chocolatada, tortas y masitas, sin ayuda de nadie”.


Al margen de ese nadie, que remite quienes tienen poder de decisión y ocupan cargos de renombre, está el “trabajo a pulmón y las colaboraciones que sí recibimos mediante donaciones”. Ahí es donde recarga energías y se retroalimenta; ahí es donde también aparece la FIO.


“Es una experiencia hermosa, disfruto mucho cuando voy. Ellos nos cuentan de sus cosas cuando entran en confianza. Se los ve disfrutar y estar felices, eso sí”, observa sobre el final la estudiante de la Facultad, con la certeza de que la FIO generó ese puente social que se afianza en cada taza de leche compartida.

 

 

Rifa y colecta

 

En agenda y lo más urgente es “la rifa que están vendiendo para pagar el gas del local. Tengo talonarios que pueden retirar y vender”, aclara María Inés Berrino, desde su oficina de Orientación, en la FIO. Primer edificio, primer piso, a la izquierda de las escaleras.


Pero también organizan una colecta para el Festival del 30 de septiembre por el Día de la Niñez. ¿Qué necesitan? Golosinas (no chupetines, por seguridad de los/as niños/as ), tortas, gaseosas o jugos, globos y banderines, pintacaras e inflables. Pueden acercar las donaciones a la oficina de Tutorías o comunicarse por WhatsApp 2284-563041/536326.

 

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