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María Peralta y Oscar Cabrera, decana y vice de la cincuentenaria institución
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• 13 de septiembre de 2023
• Tiempo de lectura: 6' 30"

 

María Peralta y Oscar Cabrera conforman, en sus roles de Decana y Vicedecano, la cúpula que lleva adelante la gestión FIO. Hijos directos de la institución, alcanzan su madurez profesional en momentos agitados para las instituciones. En esta entrevista reflexionan acerca de la historia de la Facultad de Ingeniería y buscan respuestas a lo que viene.

 



El Instituto Universitario de Olavarría fue pensado en 1969 como una herramienta para la generación de recursos calificados que aportaran a la industria regional. Desde entonces, pasaron en 54 años muchas cosas que mutaron aquel objetivo. ¿Cuál entienden que ha sido la clave de una supervivencia institucional exitosa?


OC: Coincido en que la Facultad fue creada para dar servicios a una empresa, particularmente. En ese momento la sociedad olavarriense no visualizaba lo que podía llegar a ser esta institución, y hoy contamos con tres Facultades en la ciudad. Nos convertimos en una ciudad que produce conocimientos, forma profesionales de grado y de posgrado. Imaginar que el conocimiento tenía un valor semejante no era usual, y me parece que allí aparece uno de los elementos distintivos de la FIO. El desarrollo y progreso de una sociedad está muy ligado a la generación del conocimiento. Ha sido un acierto histórico cambiar ese rumbo inicial, en el que nos formaban para ir a trabajar en una determinada empresa, a esta realidad de hoy mucho más profunda, más amplia. Pudimos generar un plantel propio de docentes con alta capacitación, armar núcleos de investigación, transferir el conocimiento al medio, tener un rol social importante. Esa instalación de la institución, a su vez, motoriza la constante búsqueda de nuevos recursos y capacidades. Se arma una red de movimientos y alternativas que en su momento no estaba pensado, y eso va solidificando el rol de nuestra Facultad, tanto hacia adentro como hacia afuera de ella.
MP: es cierto. Hemos evolucionado en estos 54 años, y más rápidamente en el último tiempo, de la mano de la evolución de las demandas y atendiendo al rol social que la Universidad Pública tiene. Institucionalmente hemos logrado un crecimiento continuo en cada una de las actividades que caracterizan la función institucional tal como la producción de conocimiento y cómo impacta, la formación de recursos humanos, la extensión, la formación continua. Y así hemos llegado al día de hoy con un entendimiento desde el interior de la Universidad que nos hace pensar que el rol social es clave y acorde a la dinámica del contexto por lo cual tiene que evolucionar. Y especialmente tiene que evolucionar en función de los vertiginosos cambios actuales del entorno.

 


¿Puede dar más precisiones acerca de los cambios en las demandas?


MP: Si podemos hacerlo atendiendo las funciones de la Universidad antes mencionadas, la docencia, la investigación y la extensión. En docencia, estamos incorporando en el rediseño de los Planes de Estudio lo

que ha sido producto de debates y reflexiones a nivel nacional y local, que permitieron la formulación de nuevos estándares para la formación de un profesional acorde a lo que pide el medio productivo y de servicios. Por otro lado también la investigación y la extensión que nutren a la docencia, nos han permitido evolucionar a partir de las demandas en cuanto a la adecuación de temáticas de estudio, metodologías de trabajo. Por ejemplo, hoy se trabaja con y en el territorio. En un momento la extensión en la Universidad significaba que era la Universidad la que salía al territorio. Hoy la extensión se nutre del territorio, aprendemos juntos y resolvemos juntos las situaciones. Eso se ha incorporado en la currícula a través de las Prácticas socioeducativas. Esos son ejemplos de adaptación histórica que la institución ha tenido que hacer.

 

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Da la sensación de que la docencia, la investigación y la extensión corren paralelas…


MP: Sí, están integradas. La investigación también se ingresa al aula. ¿Por qué? Porque todos los avances del conocimiento que se consiguen en ese plano se transfieren a nuestros estudiantes. La investigación responde a la demanda de un mundo globalizado y esos nuevos saberes derraman al aula en el proceso educativo.

 


¿Y qué temas destacaría hoy como de mayor demanda por parte del contexto?


MP: Los vinculados con el uso de nuevas tecnologías, y los que hoy se plantean a nivel global y regional, tales como Inteligencia artificial, la transformación energética, alimentos, robótica, Big Data, medio ambiente. Y si se relevan los objetos de estudio en los grupos de la Facultad de Ingeniería, se observa que los temas de interés actual están siendo tratados en los grupos de investigación. Me refiero claro a los temas vinculados a lo científico – tecnológico.

 


¿Cómo juega en este posicionamiento de la Facultad de Ingeniería el cambio de perfil que ha operado en los jóvenes, referido a sus intereses, hábitos y expectativas?


MP: Ha cambiado la psicología del estudiante, y tiene que cambiar en consecuencia la psicología del docente. En este sentido la comunidad docente de la FIO se capacita permanentemente. Asimismo, entendemos que, en la medida que vamos incorporando recursos, se facilita porque la cercanía en el rango etario del estudiante con el docente ayuda al entendimiento de los cambios. Es un desafío. Tenemos que adecuarnos a que nuestras metodologías de enseñanza sean acordes al estudiante que tenemos hoy. Hoy es mejor recibida una clase de laboratorio, un taller que la clásica clase magistral.

 


¿Y eso cómo se contempla?


MP: Con los cambios en el Plan de Estudios. Ahora nosotros no hablamos de que el graduado que formamos tiene que “saber”. También tiene que “saber ser”. Eso tiene que ver con cómo lo formamos, y lo hacemos en los saberes conceptuales que siempre tienen que estar, pero también en el “hacer”. Ahí viene aparejado todo un cambio que incluso alcanza hasta la infraestructura. Tenemos que adaptar nuestros espacios. Tenemos el aula clásica porque estamos en transición, y aún persiste el docente parado al frente y el alumno sentado, pero ahora es más un trabajo conjunto y “haciendo”. Ha aparecido en nuestra infraestructura el Aula taller, donde el estudiante aprende haciendo.

 


¿Eso forma parte de las demandas del entorno?


MP: Sí, claramente es un requerimiento del afuera hacia los recursos que nosotros aportamos para el mercado laboral.

 


¿Les preocupa que hoy una persona joven sueñe con ser instagramer antes que ingeniero, médico o antropólogo?


OC: Lo veo más como una moda, pero no sé si en los próximos 20 o 30 años todavía esas actividades van a seguir. Creo que van a ser reemplazados por otras, me parece que la vida útil de estos trabajos es relativamente corta frente al avance exponencial del conocimiento y la generación de nuevos saberes. Si tuviese que aconsejar a alguien en situación de elegir, me inclinaría por una carrera sólida, tradicional, que por medio de la educación contínua esa profesión mantenga su vigencia.

 


Es una mirada muy optimista…


OC: Creo que el futuro es muy positivo en esta línea, soy optimista. Hay una generación nueva bastante importante que forma parte de los cuadros institucionales y que, por cuestión generacional nos van reemplazando, pero ya parten con un nivel académico significativo, con disponibilidad de equipamientos, de infraestructura, mucho mejor que la que se tuvo al comienzo. Veo que el futuro para ellos es muy promisorio.

 

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Yendo a instancias mucho más coyunturales, se advierte que la agenda política y social vuelve a instalar reservas sobre la Universidad pública. ¿Qué reflexión les merece?


OC: Somos graduados de una Universidad pública y debemos seguir defendiendo esta posibilidad que tenemos como argentinos de poder formarnos en la etapa universitaria. La mayoría somos los primeros universitarios que hay dentro de una familia. Es mi caso, gracias a la Facultad de Ingeniería de Olavarría pude obtener el título. Si no, hubiese sido imposible. Dadas las circunstancias sociales actuales, donde hay una gran parte de gente en condiciones económicas bastante críticas, pensar en arancelar los estudios nos haría perder talentos a la vez que quitaríamos el derecho a la gente a tener una profesión o un trabajo calificado, que les permita desarrollarse como ser humano, y a la vez hacer que esa persona brinde con su trabajo soluciones para la construcción de una sociedad mejor.
MP: Creo que en esto tenemos que retomar uno de los ejes estratégicos de nuestro plan de gobierno, que es la inclusión. La Planificación estratégica de la Facultad se basa en ejes rectores que son la inclusión, la pertinencia social y la educación de calidad. Eso significa, primero que nada, respetar la educación como un derecho humano. Tenemos que entender a la educación y al conocimiento como transformadores de vidas. Si nosotros entendemos eso, todo el mundo debe tener acceso a una educación de calidad. Al mismo tiempo, somos conscientes de que si no facilitamos ese acceso estamos fallando. El Estado debe garantizar el acceso a la educación de calidad, a toda la sociedad. Esto no es un pensamiento, es la declaración constitucional de los derechos en Argentina. Precisamente, en el mismo sentido, durante 2018 y en oportunidad de los 100 años de la Reforma universitaria, se hizo el encuentro CRES (N. de R.: Conferencia Regional de Educación Superior) y se reflexionó acerca de donde estábamos parados, y ahí se sacó un documento que expresa que la educación no es una mercancía; es un derecho. Tenemos que trabajar en eso porque somos Universidad pública y la bandera que levantamos es esa, no puede ser de otra manera.

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